A TRAVÉS DE LA VENTANA

A través de la ventana

Escrito por: Raquel Mizrahi

Ella se llamaba Eva, o Sarah?, tal vez era Miriam, no lo recuerdo bien. Su nombre se me ha ido borrando, lo que no se me olvida, es el cristal opaco que había en sus ojos.

Caminaba como una sombra, la inercia en su mirada, la hacía ver hacia sus pies. La observaba pasar todos los días a través de mi ventana, se pelaba los dedos a mordidas. Sostenía la bolsa del mandado como si la exprimiera con ambas manos, y corría; siempre corría, en una misma dirección, como si fuera a fugarse de la tierra, pero el corazón la traía de vuelta a casa. Él la estaba esperando, era a donde ella pertenecía.

Yo husmeaba a través de la cortina para mirar cuando llegaba, me metía dentro de su habitación.

Mucho de lo que ocurrió me lo contaron las marcas de su cuerpo. Lo demás, lo intuí al presenciar noche tras noche, el encuentro de sus siluetas irritadas que se trazaban bajo la luz de la luna.

Una cosa sí puedo decirles; ella se ha ido borrando a sí misma al transcurrir los años. Es el cuaderno en donde ha escrito su historia, y está en silencio. Ella: Eva, Sarah o Miriam, ya no existe, nadie la ve, no hay quien la llame, no pueden sacarla de su soledad, y los barrotes en su ventana la hacen parecer la frágil, tan bella, tan mujer, me parece que no le queda nada a su esencia.

Quisiera ayudarla a huir de ese obscuro lugar pero no sé cómo, ni si ella estuviera dispuesta a irse. Se ha metido ahí por su propia voluntad. Hay un magneto que la atrae hacia él, y se rinde, cada día se rinde.

A veces, cuando sale por el pan, imagino que corre sin parar hasta que alcanza su libertad, pero siempre regresa, sosteniendo en una mano la bolsa del mandado y en la otra un tulipán.

Ayer tuve que bajar mi cortina, me dieron arcadas por el terrible espectáculo que vi. Me preparé una leche caliente para poder conciliar el sueño. Me dormí soñando en que está sería la última vez, y aun así, ella decidió quedarse.

Por la mañana salió de su casa, ahora era distinto, no estaba sola,  iba acompañada por hombres y mujeres que la amaban, la lloraban, le rezaban, solo que estaba envuelta en una caja negra, sobre ella, un montón de tulipanes. Podría jurar que eran la cantidad exacta de lo que fue trayendo en mano día tras día.

Me tallé los ojos, no podía entender, más bien, no quería entender. ¿En qué momento yo fui cómplice de su muerte? La vi pasar tantas veces y callé, rezaba en silencio que cambiará su suerte pero callé.  Nunca creí  que se haría realidad pero todos sabemos que estas historias terminan igual. ¿Y nosotros?¿Qué hacemos al respecto? Solo miramos a través de la ventana.

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